Beryl & Robert bajo la luna de Deià... Y Laura


Agost 2014. Esta es una historia de tres personas, dos mujeres y un hombre. En sus caminos se cruzaron otras mujeres y otros hombres. Amores, traiciones, libros, poemas, un intento de suicidio, escándalos, huidas. Hubo hijos de unos y de otros que crecieron juntos, vidas que se mezclaron formando un extraño dibujo. Pero sólo ellos  fueron tocados por la sombra -luminosa y cruel, exigente- de la Diosa Blanca. Cada uno de ellos tuvo su don y pagó su precio. Los tres: Robert, Beryl y Laura.

Robert y Beryl duermen el sueño eterno bajo la luna de Deià, en el pequeño cementerio de la colina, donde el poeta imaginaba que antaño existió un olvidado templo de su diosa. Deià es aún un remoto pueblo de Mallorca, encaramado en las laderas de una sierra montañosa que desciende suavemente hasta el mar. Un pueblo reservado y fiel a sí mismo, que ha sabido preservar su belleza, su silencio. En la distancia, se esconde la casa de "Canellúñ" (así lo escribía él, a su manera) o Ca n'Alluny, frente al mar de la Serra de Tramuntana y rodeada de olivos. 

Fui hasta allí este verano, una mañana de finales de agosto. Era un viejo sueño: entrar en la casa de Robert Graves, recorrer el jardín y el huerto, sentir su ausencia sólo mitigada por tantos libros inmortales, dejarme llevar por el paisaje, cruzar habitaciones y pasillos donde el tiempo está detenido, fijar en mi memoria todos los detalles de su escritorio… “Analeptic thought”, así lo llamaba él: mirar, tocar, oler, sentir, entrar en el pasado a través de la memoria de las cosas… Ésta es una de las claves de nuestra novela "La llegenda d'Ègara", que tendrá siempre la belleza, la emoción y las imperfecciones de las primeras obras.

Esa casa de Deià fue, aquel día, un buen lugar para soñar otros libros y encontrar el camino para afrontar el reto, libros dignos de él y de nuestros propios sueños… Libros que ahora mismo están tomando forma por fin, en las noches y madrugadas, entre tazas de café y cigarrillos  -y algún que otro whisky, como solía Robert-, bajo una luna muy distinta de la que brilla en Deià.

Antes de que llegara Beryl, aquella fue la casa de Laura y Robert. A Laura Riding le debía Robert, en gran parte, el diseño de la casa: aún se conserva intacto su estudio. Aunque ella estaba ya muy lejos, él jamás tocó nada: un elegante y duro homenaje a la mujer que, como la Diosa, le premió y le castigó, le dio amor y dolor, le llevó a lo más alto y le volvió loco… Laura abrió a Robert el camino hacia la inspiración que necesitaba para su extraño y hermoso libro, “La Diosa Blanca”. Una obra monumental, extravagante, reveladora: conservo como un tesoro un ejemplar muy gastado y anotado, desde 1991...

Por supuesto, Beryl tuvo también su propio estudio en la casa, en un pequeño cuarto de la segunda planta. Ca n'Alluny fue su hogar durante medio siglo, pero nunca fue borrada la huella de Laura.

Después de unas horas en la casa de Graves, llegó por fin el momento de buscarle justo allí donde no está, donde no estuvo nunca nada más que su cuerpo envejecido y frío. Colina arriba, siguiendo por empinadas callejuelas se llega hasta la iglesia y el solitario cementerio de Deià, donde se halla su tumba: turismo literario, funerario, mitómano…

Hay allí una sencilla lápida con su nombre, unas fechas y la palabra mágica escrita sobre el cemento en 1985: “Poeta”. Un último homenaje a la Diosa Blanca: madre, hermana, esposa, amante… y viuda.

A pocos pasos de la tumba de Robert Graves, encontré otra minúscula lápida, casi escondida a los pies de una baranda: la de Beryl (Pritchard), que murió después que Robert, en 2003. Entonces hacía también muchos años ya de la muerte de Laura, en Florida, en 1991. Ella no tiene tumba en Deià ni volvió a ver su luna, aunque, en cierto modo, tampoco se fue nunca.

Sin duda, Robert hubiera visto la mano de la Diosa en los últimos días de su mujer… Una noche de octubre, Beryl -ya con ochenta y ocho años- salió a contemplar la luna llena. Allí empezó su final: a la luz de la luna. Se fracturó la cadera y murió pocas semanas después. Era la última de los tres: Robert, Laura y Beryl. Y bajo la luna de Deià reposa desde entonces.








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